domingo, 12 de junio de 2011

ellas

¿Qué es del mundo sin ellas?
es el tiempo sin primaveras,
es viento sin espamento,
es terrible y lánguido lamento.

lunes, 16 de mayo de 2011

"Si la gente pudiera dormir siesta quizás no habría tantas guerras..."

"Si la gente pudiera dormir siesta quizás no habría tantas guerras..."

¿¿¿cómo hacerlo se pregunta la señora???

Pan y trabajo para todos. (Porque, que onda?... sembrar es cosa del hombre antiguo? el hombre moderno no sabe sembrar? sembrar y ser moderno es hippie? los incas eran hippies?) ENTONCES digo, pan y trabajo para todos, y que los días sean más largos para encontrar la paz en la siesta. Imaginense, que el ultimo dia habil, sea jueves..... "DIA HABIL" (qué? los demás días no son "hábiles"?) si la riqueza Y RECURSOS son de unos pocos ¿por qué no?................

(... debo estar loco, no debe ser así la cosa...) JA!

miércoles, 11 de mayo de 2011

Miguel R.

Una vida llega a su fin por un simple capricho. Hambre, pobreza, guerras, bengalas, contaminación, discriminación...etc. Detrás de todo estalla la idea de no saberse vivo en los demás, solo vivir del interés propio.
En los demás, con los demás, aquellos otros...

sábado, 30 de abril de 2011

Encurdelao

Violeta, para muchos como yo, sos color violeta. Venís encerrado, enjaulado, encorchado.

Te llevo a mis manos. Vos aún preso. Y nos hacemos nuestros.

Ya somos en la humedad nosotros.

De a poco nos vamos perdiendo por la calle, aturdidos por la soledad de los que nos rodean. Siento que ya somos el uno para el otro.
Nuestros ojos de vidrio ya se vuelven a encontrar, y te convido libertad con un destapador en la mano.

Se oye el ploc del corcho que te amordazaba tiernamente.

Te asomás de golpe cayendo. Súbito bailarín, en remolinos. Nos olemos y charlamos. Hay un pequeño hueco como para recordar antiguos encuentros, caricias y reconciliaciones, nos perdiamos por la ciudad.

Me acerco a vos y venís a mí.

Tu aliento se hace más fuerte como el mío para después, ciegos y sordos pero no mudos, caer en el ahogo del nuevo primer beso. Intentar saciarte y vaciarte en el impacto de nuestros labios...

Hasta el fin del fondo.

Fugaces

De la misma manera que el silencio se esfuma, que la noche cae y un cuento se termina.

De la misma manera…

El fin es irremediable, impremeditado.

El fin, como el principio es un efecto fugaz, un tren. Aunque saquemos boleto hasta la última estación, el tren vuelve y va, y vuelve otra vez.

Fugaz ganás, fugaz perdés.

De la misma manera el vaso no sabe ni cuándo ni con qué será llenado, ni la botella tampoco sobre qué se inclinará.

Impredecible es nacer o morir.

Los renglones se llenan de tinta y el tic-tac de un reloj sigue si ritmo en alguna habitación marcando el compás del tiempo.

Ella pierde la mirada buscando ideas que los pájaros las esquivan.

Las ideas suben y bajan, van y vuelven.

Aire, cielo, nubes blancas, sol de este otoño retrasado.

Pasa el tren y las aves de nuevo allí, festejando en cada aleteo la libertad que saben encarnar. Fugaces.

Ella miró el pasto, cerró los ojos iluminados por rayos, de a gotitas.

Pensó que ya no sabía, que ya no quería.

Pensó que siempre cayó en el mismo pozo, que las flores ya se van, que todo es de un mismo color…

Juntó un par de aromas que se olvidó, suspiró dos veces… Se ató los zapatos, y así se marchó.

miércoles, 27 de abril de 2011

Plegaria de paz

Lo que lleva al racista a matar, es lo mismo que impulsa al nacionalista a hacerlo. Como a otros tantos pensamientos identificatorios, es en definitiva no aceptar al otro.
Y quienes matan en guerra, piensan así?
Es una cuestión de matar o morir?
Una fuente de trabajo?
Mientras tanto, a mi no hay nada que me obligue a matar a otro, nada.
No valdría la pena matar ni a nuestro propio asesino.

martes, 19 de abril de 2011

Subestimarnos nos obliga a darnos por vencidos.

sábado, 16 de abril de 2011

Ahí

El tipo estaba ahí parado
ahí al borde
donde polvo del camino cae al vacío.

Y al fondo las olas besando
el mismo borde
pero ahí abajo.

El tipo pensó que la muerte
estaba ahí
entre las muertas rocas, espuma y hastío.

Y que aun estaba viviendo
al mismo borde
por allá arriba.
SLM

miércoles, 6 de abril de 2011

Mañana del 24

Hoy el aire es gris, humedad, paredón y después. Las paredes entristecen cuando insípidas lágrimas ajenas las empapan sin preguntar.

Gris, paredón y después….

Antes creíamos que nada cambia, que nada peligra hoy, que todo espera suceder a la vuelta del mañana. Hasta las aves cantoras del amanecer hoy anularon sus músicas, ensordecidas por el grueso silbido del gigante viento pálido y gris.

Miro el zanjón, el tumultuoso choque de las gotas que parecen ignorar su memoria.

Cuántos hechos habrán atestiguado las mugrosas aguas. Duelos, declaraciones, juegos, crueldades, desencuentros, curdas… hechos.

Pero no, ellas no olvidan.

Parece que sí, pero no.

Tal es su memoria que terminan refrescando la del hombre más allá de su eterna obstinación por estar seco. El hombre quiere estar seco y cómodo, pasivo, inerte…

Entre el resquebrajar de las ramas sigue el viento silbando, cada vez más intenso. Y grita… Gritos, alaridos y llantos. Esta mañana la calle se dibuja de terror y sombras, ánimas alargadas marean la humedad que ayer solo aturdía el pensamiento del hombre. Una ausencia total se posó en mi pelo, descendió hasta el pecho, y allí anidaron penas y dudas sobre quién sabe qué…

Algo anda mal, algo no está….

Un teléfono suena a lo lejos, nadie levanta el tubo para detener su alarma de consuelo.

Algunos perros lloran mientras las primeras hojas que caen en otoño se pegan al suelo y calcan las baldosas.

Algo no está, algo se fue…

Una mañana como hoy estabas al lado mío. Las pavas chiflaban y estaba en mí todo aquello que no faltaba, que nos bastaba. Ahora el viento grita, se queja.

Gemidos de dolor se mezclan con el caño de escape de un bólido que sale arando y rasguña la calle. Caucho y metal sobre el cemento. Figuras contra la pared, sombras de las luces de alguno de esos colosos.

Corro a tu encuentro, ya mi corazón no tiene la paz de ayer.

Algo se fue, alguien no está…

Abro la puerta.

Miro la cama.

Busco en el cuarto en el patio,

en la cocina en la terraza

y no estás…

¿dónde estás?

FIN.

Sebastián Mendez

martes, 25 de mayo de 2010

Atardecer

Oía el tren callándose a lo lejos cuando la primer lagrima se abalanzó sobre la comisura de sus labios, para nadar en ellos hasta hacerse saborear por ella para sentir, como estas gotas dicen, el sabor salado de la amargura, de lo triste y oscuro de saber que algo se esfuma, y el mismo humo se hace cenizas.

Erguida en el andén y mirando hacia adelante, mirando al vacío. Las manos se apretujaban. Cruzados sus brazos, rodeándose a sí misma.

Las palomas que pasaban decidieron marchar y algunas parecían observarla mientras sobrevolaban su largo pelo negro.

El cielo tomaba un rojoanaranjado que la invitaba a pensar, a meditar acariciando con la vista todo lo que pinta el sol agachado.

Rojoanaranjando el furgón, los diarios, las chapas, el humo, las vías, lo blanco y lo negro.

Hasta que arribó otro tren. La horda comenzó a descender y la perdió de vista. Desesperado cabeceaba para verla mientras esperaba que en la cola marcaran su boleto.
Repentinamente la gente se fue deshaciendo, y muy despacio, el silencio volvía a hacerse dueño del primer andén, desde donde ella lo miraba, mirando hacia adelante, erguida, exhalando el aire de algún suspiro.

Apresuró el paso y esquivó la gente que quedaba.

Y volvieron a estar solos, esta vez de frente.

Ella erguida y él caminando.

Él rojo, ella anaranjada.

Ella lo abrazó, él cerró fuerte los ojos… y se quedó dormido.

Sebastián Méndez

jueves, 11 de marzo de 2010

Instrucciones para subir una escalera - Cortázar

Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.

Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie).

Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.

FIN

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Tu pálida voz


Te oí decir..adiós, adiós...
Cerré los ojos y oculté el dolor...
Sentí tus pasos cruzando la tarde
y no te atajaron mis manos cobardes.
Mi corazón, lloró de amor
y en el silencio resonó tu voz,
tu voz querida, lejana y perdida,
tu voz que era mía... tu pálida voz.

En las noches desoladas, que sacude el viento,
brillan las estrellas frías del remordimiento
y me engaño que habrás de volver otra vez
desatando el olvido y el tiempo.

Siento que tus pasos vuelven por la senda amiga.
Oigo que me nombras llena de mortal fatiga,
para qué si ya sé que es inútil mi afán,
nunca... nunca... vendrás.

Te vi partir, dijiste adiós,
temblé de angustia y oculté mi dolor.
Después, pensando que no volverías
traté de alcanzarte y ya no eras mía.
Mi corazón, sangró de amor,
y en el recuerdo resonó tu voz...
tu voz querida, lejana y perdida,
tu voz aterida, tu pálida voz.

Homero Manzi