sábado, 30 de abril de 2011

Encurdelao

Violeta, para muchos como yo, sos color violeta. Venís encerrado, enjaulado, encorchado.

Te llevo a mis manos. Vos aún preso. Y nos hacemos nuestros.

Ya somos en la humedad nosotros.

De a poco nos vamos perdiendo por la calle, aturdidos por la soledad de los que nos rodean. Siento que ya somos el uno para el otro.
Nuestros ojos de vidrio ya se vuelven a encontrar, y te convido libertad con un destapador en la mano.

Se oye el ploc del corcho que te amordazaba tiernamente.

Te asomás de golpe cayendo. Súbito bailarín, en remolinos. Nos olemos y charlamos. Hay un pequeño hueco como para recordar antiguos encuentros, caricias y reconciliaciones, nos perdiamos por la ciudad.

Me acerco a vos y venís a mí.

Tu aliento se hace más fuerte como el mío para después, ciegos y sordos pero no mudos, caer en el ahogo del nuevo primer beso. Intentar saciarte y vaciarte en el impacto de nuestros labios...

Hasta el fin del fondo.

Fugaces

De la misma manera que el silencio se esfuma, que la noche cae y un cuento se termina.

De la misma manera…

El fin es irremediable, impremeditado.

El fin, como el principio es un efecto fugaz, un tren. Aunque saquemos boleto hasta la última estación, el tren vuelve y va, y vuelve otra vez.

Fugaz ganás, fugaz perdés.

De la misma manera el vaso no sabe ni cuándo ni con qué será llenado, ni la botella tampoco sobre qué se inclinará.

Impredecible es nacer o morir.

Los renglones se llenan de tinta y el tic-tac de un reloj sigue si ritmo en alguna habitación marcando el compás del tiempo.

Ella pierde la mirada buscando ideas que los pájaros las esquivan.

Las ideas suben y bajan, van y vuelven.

Aire, cielo, nubes blancas, sol de este otoño retrasado.

Pasa el tren y las aves de nuevo allí, festejando en cada aleteo la libertad que saben encarnar. Fugaces.

Ella miró el pasto, cerró los ojos iluminados por rayos, de a gotitas.

Pensó que ya no sabía, que ya no quería.

Pensó que siempre cayó en el mismo pozo, que las flores ya se van, que todo es de un mismo color…

Juntó un par de aromas que se olvidó, suspiró dos veces… Se ató los zapatos, y así se marchó.

miércoles, 27 de abril de 2011

Plegaria de paz

Lo que lleva al racista a matar, es lo mismo que impulsa al nacionalista a hacerlo. Como a otros tantos pensamientos identificatorios, es en definitiva no aceptar al otro.
Y quienes matan en guerra, piensan así?
Es una cuestión de matar o morir?
Una fuente de trabajo?
Mientras tanto, a mi no hay nada que me obligue a matar a otro, nada.
No valdría la pena matar ni a nuestro propio asesino.

martes, 19 de abril de 2011

Subestimarnos nos obliga a darnos por vencidos.

sábado, 16 de abril de 2011

Ahí

El tipo estaba ahí parado
ahí al borde
donde polvo del camino cae al vacío.

Y al fondo las olas besando
el mismo borde
pero ahí abajo.

El tipo pensó que la muerte
estaba ahí
entre las muertas rocas, espuma y hastío.

Y que aun estaba viviendo
al mismo borde
por allá arriba.
SLM

miércoles, 6 de abril de 2011

Mañana del 24

Hoy el aire es gris, humedad, paredón y después. Las paredes entristecen cuando insípidas lágrimas ajenas las empapan sin preguntar.

Gris, paredón y después….

Antes creíamos que nada cambia, que nada peligra hoy, que todo espera suceder a la vuelta del mañana. Hasta las aves cantoras del amanecer hoy anularon sus músicas, ensordecidas por el grueso silbido del gigante viento pálido y gris.

Miro el zanjón, el tumultuoso choque de las gotas que parecen ignorar su memoria.

Cuántos hechos habrán atestiguado las mugrosas aguas. Duelos, declaraciones, juegos, crueldades, desencuentros, curdas… hechos.

Pero no, ellas no olvidan.

Parece que sí, pero no.

Tal es su memoria que terminan refrescando la del hombre más allá de su eterna obstinación por estar seco. El hombre quiere estar seco y cómodo, pasivo, inerte…

Entre el resquebrajar de las ramas sigue el viento silbando, cada vez más intenso. Y grita… Gritos, alaridos y llantos. Esta mañana la calle se dibuja de terror y sombras, ánimas alargadas marean la humedad que ayer solo aturdía el pensamiento del hombre. Una ausencia total se posó en mi pelo, descendió hasta el pecho, y allí anidaron penas y dudas sobre quién sabe qué…

Algo anda mal, algo no está….

Un teléfono suena a lo lejos, nadie levanta el tubo para detener su alarma de consuelo.

Algunos perros lloran mientras las primeras hojas que caen en otoño se pegan al suelo y calcan las baldosas.

Algo no está, algo se fue…

Una mañana como hoy estabas al lado mío. Las pavas chiflaban y estaba en mí todo aquello que no faltaba, que nos bastaba. Ahora el viento grita, se queja.

Gemidos de dolor se mezclan con el caño de escape de un bólido que sale arando y rasguña la calle. Caucho y metal sobre el cemento. Figuras contra la pared, sombras de las luces de alguno de esos colosos.

Corro a tu encuentro, ya mi corazón no tiene la paz de ayer.

Algo se fue, alguien no está…

Abro la puerta.

Miro la cama.

Busco en el cuarto en el patio,

en la cocina en la terraza

y no estás…

¿dónde estás?

FIN.

Sebastián Mendez