miércoles, 6 de abril de 2011

Mañana del 24

Hoy el aire es gris, humedad, paredón y después. Las paredes entristecen cuando insípidas lágrimas ajenas las empapan sin preguntar.

Gris, paredón y después….

Antes creíamos que nada cambia, que nada peligra hoy, que todo espera suceder a la vuelta del mañana. Hasta las aves cantoras del amanecer hoy anularon sus músicas, ensordecidas por el grueso silbido del gigante viento pálido y gris.

Miro el zanjón, el tumultuoso choque de las gotas que parecen ignorar su memoria.

Cuántos hechos habrán atestiguado las mugrosas aguas. Duelos, declaraciones, juegos, crueldades, desencuentros, curdas… hechos.

Pero no, ellas no olvidan.

Parece que sí, pero no.

Tal es su memoria que terminan refrescando la del hombre más allá de su eterna obstinación por estar seco. El hombre quiere estar seco y cómodo, pasivo, inerte…

Entre el resquebrajar de las ramas sigue el viento silbando, cada vez más intenso. Y grita… Gritos, alaridos y llantos. Esta mañana la calle se dibuja de terror y sombras, ánimas alargadas marean la humedad que ayer solo aturdía el pensamiento del hombre. Una ausencia total se posó en mi pelo, descendió hasta el pecho, y allí anidaron penas y dudas sobre quién sabe qué…

Algo anda mal, algo no está….

Un teléfono suena a lo lejos, nadie levanta el tubo para detener su alarma de consuelo.

Algunos perros lloran mientras las primeras hojas que caen en otoño se pegan al suelo y calcan las baldosas.

Algo no está, algo se fue…

Una mañana como hoy estabas al lado mío. Las pavas chiflaban y estaba en mí todo aquello que no faltaba, que nos bastaba. Ahora el viento grita, se queja.

Gemidos de dolor se mezclan con el caño de escape de un bólido que sale arando y rasguña la calle. Caucho y metal sobre el cemento. Figuras contra la pared, sombras de las luces de alguno de esos colosos.

Corro a tu encuentro, ya mi corazón no tiene la paz de ayer.

Algo se fue, alguien no está…

Abro la puerta.

Miro la cama.

Busco en el cuarto en el patio,

en la cocina en la terraza

y no estás…

¿dónde estás?

FIN.

Sebastián Mendez

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